Hace unos días un amigo virtual, Rafael Reinehr, compartió en su página de Facebook esta frase más la imagen que encabeza este posteo
Un niño que lee será una adulto que piensa.
Como es verano y tengo menos trabajo, decidí tomarme un momento para ir un poco más allá de las primeras impresiones. Te invito a seguir leyendo y que aprecies lo que sucede en las redes cuando las personas conversan con el corazón.
Todo comienza en las actividades que los niños y las niñas comparten con otros y lo que en ellas transcurre.
Un niño a quien le han leído durante su infancia, un niño que ha disfrutado de esas lecturas porque fueron parte de una experiencia compartida, interactiva y cariñosa, será un niño que por siempre deseará y apreciará leer.
Un niño que ha podido pensar sobre lo que lee junto a las personas de su vida, que ha podido preguntarse y preguntar, responder y ser respondido, será un niño con habilidades de pensamiento crítico, con la imaginación disponible y con sueños por realizar.
El tipo de pensamiento que desarrolle dependerá de qué, con quién y cómo ha transcurrido su experiencia de lectura. No alcanza sólo con leer.
La tía Sheerezade
Por lo dicho anteriormente, fue que decidí transcribir aquí el recuerdo personal que esa frase hizo resonar en la memoria de otra mujer, que como yo, se cruzó con el posteo de Rafael.
Se trata de la hermosa experiencia de vida de Ivana Rowena. Me siento agradecida por su generosidad al compartir su experiencia personal y por su permiso para sumarla en este espacio. Ella la relató en portugués, su idioma y, también con su permiso y ayuda, me he tomado la libertad de traducirla. Esto escribió y te va a cautivar esta historia real:
Conmigo también fue así. Mi abuelo tenía una gran biblioteca y la puso a mi disposición. Pero sólo podía leer otro libro si le entregaba el anterior. Siempre era uno por vez, a diferencia de hoy, en que los padres compran en cantidad y los chicos luego se saturan con tanta oferta.
Si observan bien, hoy las revistas de decoración muestran fotos de cuartos con tv y computadora, pero los estantes están ocupados solo con adornos, es raro ver libros y siempre son finitos.
Desde pequeñas, mis hijas invitaban amiguitos para oírme leer historias y, con el tiempo, aquello se volvió un hábito semanal, ya que todos podían traer su libro preferido para que yo lo leyese.
En el cumpleaños de cada niña ellas recibían un cuento exclusivo que me era encomendado anticipadamente y en el que podían determinar el género, la época, el lugar (yo mantenía un planisferio en la pared de la terraza) y 2 o 3 personajes, en general, aquellos a los que le tenían miedo, como el hombre de la bolsa o una bruja. El cuento estaba escrito en letras especiales y una dedicatoria con estilo.
La entrega era casi un ceremonial antes de cantar el feliz cumpleaños. Había mucha expectativa y los adultos participaban del suspenso. Al día siguiente, allá estaban todos sentados en la terraza para oír el cuento, ahora compartido con los amiguitos, en grupo.
Pasé años enteros teniendo que crear cuentos de hasta 15 páginas de diversos géneros, con personajes de diferentes países, cuanto más extraños mejor, lo que me exigía tiempo para investigar, pues no podía transmitir informaciones sin criterio, obviamente!
Los padres me dieron el apelativo de Sheerezade y hasta hoy sus hijos, ya con 18 a 25 años de edad, me llaman tía Sheerezade, pues en esa época, les conté quien era ella y les leí los bellos cuentos árabes!
El relato de Ivana continúa y, llegando al final, profundiza alrededor de la actitud que ella considera que debe tener en cuenta un contador de historias. En lo personal, comparto totalmente este criterio:
… nada de tentativas didácticas tipo comparaciones entre la vida de los chicos y la de los personajes. Estas manipulaciones alejan a los chicos y hacen que pierdan interés. Yo no osaba comentar nada después de la lectura, los dejaba en libertad de hacerme preguntas.
Conversar es enlazarse, es abrazarse, es hermanarse
No conozco personalmente a Ivana, pero nos hemos ‘leído’ mutuamente al pie de un post en facebook. Y digo esto porque, justamente, refuerza lo dicho hasta aquí. No se trata sólo de leer, sino de lo que el leer suscita entre las personas y la enorme importancia de la conversaciones que establecemos por sobre las ideas en sí mismas.
Un niño que lee no será, necesariamente, un adulto que piensa.
Cómo pensamos, en qué pensamos y qué hacemos con lo que pensamos es el asunto. Eso no significa que leer no sea importante, sí que lo es, no tengo ninguna duda al respecto. Pero todos sabemos que la humanidad cuenta con personas monstruosas y muy leídas que han deshonrado al género humano. En este sentido, la calidad de lo que les leemos y lo que los chicos y las chicas leen importa. Hoy disponés de librerías y sitios web especialmente dedicados a la lectura infantil donde informarte.
El modo en que encares los momentos de lectura y la disposición a conversar sobre lo que esas lecturas despiertan también importa. Recuerdo cuando mi madre nos acostaba y arropaba bien, se sentaba en una silla en medio del cuarto para quedar a la misma distancia de los tres y nos leía unos relatos hermosos de Pepín Cascarón, una serie de libros de cuentos que se publicaba en esa época (hace mucho, jeje) ¡Cómo esperábamos ese momento!
Los chicos y las chicas que siguen leyendo cuando son grandes lo hacen porque la experiencia inicial de la lectura vino adherida a momentos felices junto a sus seres queridos. Fijate que hasta el relato de Peter Pan comienza con un niño huérfano sentado a hurtadillas en una ventana escuchando los cuentos que una niña en camisón les leía a sus hermanitos menores.
Finalmente, vale agregar que realmente aprendemos cuando conversamos. Por fuera de las humanas conversaciones las ideas son letra muerta, son como esas miles de lecciones escolares que (ya se sabe con certeza) a la semana han caído en el mar de los olvidos.
Gracias a Rafael Reinehr y a Ivana Rowena. Ilustración: Jeanette Woitzik.
Tus comentarios son bienvenidos. Si lo que leíste te pareció interesante te agradezco que compartas en tus redes.
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Lía, guardarei com carinho tua postagem aqui neste blog. Realmente, sem conversações, sem histórias criadas coletivamente, não somos nada além de poeira cósmica. Sempre insisto em fazer as pessoas perceberem a diferença entre o conectar, o participar e o interagir. Vemos muitas pessoas conectadas e participando. Poucas interagindo. Quando você «loga» em uma plataforma, quando você entra e assiste, passivamente, está conectado. Quando você coloca o seu dedo, curtindo ou comentando, está participando. Mas a beleza verdadeira surge quando você, para mais além da participação, se dispõe a permanecer na conversação para além da sua participação, também como ouvinte e novamente expressa suas impressões. Isso é interação, isso é construção de (in)conscientes coletivos verdadeiramente saborosos e duradouros.
Muito obrigado pela tua postagem!
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Rafael, muito obrigada pelas suas palavras que continuam ampliando este post.
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Con la lectura la imaginacion vuela y se abre un universo de pensamientos, palabras y creaciones
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Diego,
Gracias por tu comentario. Leerte me llevó a la imagen de que la lectura expande el vivir.
Saludos,
Lía
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