EL IDEAL
“¿No será que me aferro demasiado al ideal?” Esta es la pregunta que hace unos tres meses se hizo a sí misma una mujer y madre al comienzo de nuestra conversación. Con enorme agrado de mi parte, me daba cuenta de que ella ya había dilucidado una clave fundamental del problema que tenía por delante y eso dejaba libre de escollos el camino de aprendizajes que íbamos a recorrer.
“Debo flexibilizar mi pensamiento.” Esta afirmación la hizo pocos días después otra mujer y madre en el marco de una interesante conversación en un foro de crianza online. Lo que estaba en debate partió de la pregunta de otra mujer acerca de cuánto debía apegarse a las sugerencias de crianza cuando veía que su bebé y la situación la invitaba a una respuesta diferente de la sugerida.
Estas dos experiencias, tan cercanas en cuanto a la mirada sobre la relación con los hijos y las hijas, me llevaron a garabatear este post partiendo de lo que yo misma comenté cuando participé de esta segunda conversación.
EL IDEAL INTERFIERE LA RELACIÓN
Para los seres humanos la relación lo es todo. Esto es válido para todos en todo momento de nuestras vidas. Pero en el caso de los bebés y niños pequeños la relación es absolutamente fundante de su sí mismo, de su salud física y emocional y, por lo tanto, de su desarrollo.
Si hacemos de la teoría (cualquier teoría) un ideal de perfección y la crianza se ata de manera ortodoxa a esos ideales, nos distraemos de la relación en la búsqueda de un resultado.
Ese hijo idealizado en un texto nos convierte en madre o padre de libro y nos aleja de la relación real, posible, presente.
Cuando vemos al hijo o la hija a través de ese filtro, la mirada se entorpece y estamos menos presentes de lo que deseamos. Nos enfocamos en lo que le falta respecto al ideal y en lo que debería cambiar para alcanzarlo. Dejamos de ver a ese niño o niña que está ahí, solo y, probablemente, viviéndose a sí mismo incompleto o inadecuado.
Es absolutamente paradojal. Cuantas menos expectativas ideales ponemos los padres y las madres sobre nosotros mismos y sobre nuestros hijos e hijas, el mundo posible entre ambos se expande hacia lugares novedosos. Surge la posibilidad de la realización en un encuentro libre y creativo.
LA RELACIÓN
“En el comienzo es la relación.” – Martin Buber
Nichan Dichtchekenian es un psicólogo brasilero. Llegué a saber de él gracias a un video que compartió Angela Regina Pilon, una amiga virtual, psicóloga y dueña de una sensibilidad y clareza que admiro.
El video, disponible en internet, se titula “Diálogo como camino hacia la casa del hombre“ y es una de las exposiciones más claras y accesibles que conozco relacionaldas con el pensamiento de Martin Buber y con el significado que este autor le da a la relación como fundamento de nuestra humanidad.
El idioma de la charla es el portugués. Transcribo traducidos algunos tramos que interesan al planteo de este post:
… Afirmo que, desde siempre, el hombre es ‘relación con’. Y que esa condición de relación no es una eventualidad, sino lo que ya es dado al hombre en su existir. Entonces, vivir una relación no es una elección o un máximo de existencia que cada hombre vive, sino un acontecer originario en el cual el hombre se encuentra sumergido.
… Relación quiere decir la no reducción de la persona a la característica de objeto: esta persona tiene tales o cuales cualidades y, por lo tanto, forma parte de esta o aquella categoría.
… las posibilidades de cada hombre de vivir una seguridad esencial, ontológica, está radicada en la vivencia de una relación.
… Ese niño o niña que vive bajo la forma de recibimiento, admiración y aceptación recibe provisiones de vitalidad.
ENCONTRARNOS
“La vida real es encuentro” – Martin Buber
No nos faltan teorías y gurúes, por el contrario, a veces creo que sobran y en su abundancia nos perdemos de vista a nosotros mismos y lo que una situación nos está reclamando. Lo que nos falta, en nuestra historia vital de haber sido niños y niñas, es la experiencia imprescindible y profunda del encuentro. Por eso dudamos.
Si tu hijo o tu hija te mira y estira hacia ti su mano y su mirada y tú también tienes el deseo profundo del encuentro, le das la mano.