Compartir no combina con competir

Podemos concluir que ponemos mucho esfuerzo en la virtud de compartir durante la infancia y que, a medida que crecemos, es la competencia la que va predominando como valor.

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Los niños comparten, los adultos compiten

Cuando comencé a escribir este post estaba un tanto enredada en el intento de conectar elegantemente las ideas que quería plantear. Decidí entonces hacer un rodeo y buscar la imagen para el encabezado.

Escribí la palabra compartir en el buscador de Google y algo llamó mi atención. Para chequear mi hipótesis, hice la misma búsqueda en inglés (sharing) y sucedió lo mismo. En las dos ocasiones, en estilo y contenido, las imágenes que predominaban al principio de la búsqueda se relacionaban con la infancia.  Sólo al bajar comenzaban a predominar imágenes relacionadas con la vida adulta.

Para avanzar en la hipótesis que estaba barajando, hice una búsqueda con la palabra competir en español e inglés. Sucedió al revés. Al inicio, las primeras opciones que me ofrecía el buscador apuntaban al mundo de los adultos y en menor proporción las destinadas a la infancia.

Hoy sabemos que los buscadores de internet ofrecen prioritariamente aquello que el público elige o utiliza con más frecuencia. Por lo tanto, podemos concluir que ponemos mucho esfuerzo en la virtud de compartir durante la infancia y que, a medida que crecemos, es la competencia la que va predominando como valor.

Compartir es bueno 

El origen de esta entrada del blog fue una publicación de Javier Martínez Aldanondo, Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria titulado Si no lo vivo no lo creo.  Allí, el autor refiere que el conocimiento es un intangible, lo reconocemos sólo por sus efectos. En el ámbito empresario, esto trae como consecuencia la dificultad para comunicar el beneficio de compartir el conocimiento entre los miembros de las organizaciones. Al respecto relata:

Semanas atrás, un cliente nos solicitó una actividad para que sus principales directivos pudiesen experimentar el impacto de gestionar el conocimiento. En el mundo del management y de las empresas, argumentar la valía de los intangibles no sirve. Es imprescindible demostrarla. […] De forma que para responder a la demanda de nuestro cliente, le propusimos una experiencia que garantiza comprobar la relación entre la gestión del conocimiento y la mejora del desempeño de las personas.

Cuando se habla de la gestión del conocimiento se alude a distintos tipos de actividades que permiten visibilizar y compartir lo que las personas de una organización saben. Así, todos pueden aprender de otros la mejor manera de hacer lo que hacen bien o encontrar, de manera colaborativa, la mejor manera de abordar problemas y crear las mejores soluciones para resolverlos.

Cuando se habla de la gestión del conocimiento se alude a distintos tipos de actividades que permiten visibilizar y compartir lo que las personas de una organización saben.

Valoro enormemente las experiencias de Gestión del Conocimiento porque aportan aprendizajes que favorecen cambios beneficiosos y profundos a la cultura del diálogo y la convivencia.

Compartir es cosa de héroes

En la línea de mi comentario al post de Martínez Aldanondo en Linkedin, considero que si el compartir conocimiento hubiera estado presente como práctica cotidiana en todos los ámbitos de nuestra vida desde que éramos niños y niñas, no habría demasiado que explicar a la gente del mundo empresarial.

En tanto la dinámica interaccional de las organizaciones esté regulada sobre un formato jerárquico (centralizado, vertical), por más tangible que se haga la ventaja de compartir, las resistencias a ello habrán de prevalecer. Desde el punto de vista de los intereses corporativos, el conocimiento tiene una ventaja estratégica para la empresa diferente de la que tiene para los empleados en términos personales.

El tope de la pirámide lo ocupan individuos, no grupos. Empresa y empleados no piensan el conocimiento de la misma manera porque no les conviene. Para los empleados, compartir el conocimiento no suele ser rentable. Diferenciarse para mejor y saber más que el otro es premiado, mientras el que comparte es un idiota, porque no asciende.

Martínez Aldanondo refuerza mi comentario cuando responde que

En efecto, las estructuras verticales no facilitan los procesos de intercambio y el flujo de conocimiento al interior de las organizaciones.

Los incentivos casi siempre premian el rendimiento individual y rara vez están puestos en la colaboración y en contribuir a mejorar el desempeño de otros individuos, equipos o áreas.

Ahora bien, el germen de esta cultura individualista hay que buscarlo en un sistema educativo que desde el inicio obliga a los niños a competir encarnizadamente entre si por las notas y los rankings. A partir de ese instante, colaborar y compartir conocimiento deja de ser una posibilidad y pasa a ser un acto heroico... (el resaltado es mío)

La cita anterior muestra con claridad lo que sucede al interior de las escuelas. En el ámbito educativo  se habla mucho de trabajo en equipo, de diversidad, de que el error es importante o de inteligencias múltiples. Pero «a la hora de los tantos», lo que importa es el boletín. Y el boletín no entiende de grupos ni de diversidades. Así, el compartir va siendo cosa de idiotas o, como de manera más elocuente lo dijera Martínez Aldanondo, de héroes.

 

Autor: Lia Goren

Interesada en el enfoque de las relaciones humanas desde la perspectiva de redes y la complejidad, el pensamiento sistémico, la ecoalfabetización y la biología cultural. Terapeuta y consultor familiar y educativo abocada a la temática de la convivencialidad y la sostenibilidad. Capacita en el Enfoque EcoMind, una síntesis de su trayectoria y las ideas y prácticas que favorecen la vida en comunidad.

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