No somos páginas en blanco
Si le pedís a distintas personas que escuchen una palabra como calabazas, vacaciones o amistad y luego les preguntás qué fue lo que evocaron con esas palabras, con seguridad, cada una de ellas te va a contar algo diferente. Puesto que han tenido vidas diferentes van a recuperar recuerdos y emociones también diferentes.
Pensá por un momento en lo que la frase “vacaciones divertidas” significa para vos. Sin duda alguna, comenzarás a evocar las vivencias, las imágenes, los sonidos y los sentimientos que conformaron tu propia experiencia personal de lo que fueron vacaciones divertidas. Otra persona evocará experiencias diferentes y es probable que hasta le resulten divertidas cosas que para vos quizás no lo sean. ¿Quién tiene la razón? Ambos, cada uno dentro de su propia historia personal.
La palabra no es la experiencia que describe
Comprendemos a los demás en la medida en que compartimos una base común de experiencias y lenguaje compartidos. Habrás de coincidir o no con el criterio de belleza adjudicado por otras personas a una obra de Salvador Dalí o a la 6° Sinfonía de Beethoven en función de los criterios artísticos en los que has sido socializado.
¿Alguna vez te sucedió que un aroma o algún sabor te transportó, prácticamente de inmediato, hacia algún evento de tu pasado? Nunca percibimos ni damos sentido a lo que nos sucede desde el vacío y no hay neutralidad en el proceso de comunicación, apreciación e interpretación de las circunstancias que vivimos. Si se tiene en cuenta que aun antes de nacer los bebés son receptivos y sensibles a una cantidad de estímulos y experiencias provenientes de la madre y de su entorno y que estamos dotados de una determinada herencia genética, se podría afirmar que desde el nacimiento ya poseemos un importante grado de diferenciación y que hemos dejado de ser páginas en blanco o “arcilla sin moldear”, como les gusta decir a muchos –especialmente en el ámbito de la educación y la orientación familiar–.
Existe una interacción y retroalimentación constante entre cada nueva experiencia y los modelos mentales que se han construido previamente en el proceso de comprender y operar con la realidad. Todo evento es integrado en el marco de lo que ya hemos aprendido y lo que hemos aprendido genera parecidos y diferencias en la manera en que ese evento es integrado. La compleja red de significados , sentimientos, valores y creencias compartidos son una condición necesaria para la supervivencia humana, ella resulta absolutamente indispensable para coordinar las acciones y las respuestas que el vivir demanda a cada paso. Reconocer las señales que indican cuando se avecina una tormenta es tan útil como conocer el lenguaje del lugar donde vivimos o estar entrenado en las convenciones sociales requeridas para ser aceptado o valorado por los demás. De esto se trata el proceso de socializarse en el hábitat natural y cultural en el que se vive.
Las etiquetas y la génesis del prejuicio
Como parte del proceso de vivir vamos clasificando, tipificando y poniendo etiquetas a nuestras experiencias. Cuando una persona se quema con la llama de una vela puede ponerle a su experiencia una etiqueta a su experiencia que dice: “la llama de una vela alumbra y también quema” y luego puede agregar otra etiqueta que dice: “ten cuidado cuando prendas una vela”.
Pero ante las mismas circunstancias, otro sujeto puede confeccionar una etiqueta que dice: “las velas son peligrosas” y luego podría agregar otra etiqueta que dice: “jamás prendas una vela”.
Dos maneras de componer una misma experiencia que determinarán de manera muy diferencial la vida futura de estos dos personajes.
En el mismo sentido, dos compañeros de trabajo pueden tener una mala experiencia con un tercero de determinada nacionalidad llamado Juan. Uno de ellos comenta: “Lo que hizo Juan hace que ahora desconfíe de él”, mientras que el otro comenta que “no esperaba otra cosa de Juan”, dado que “todos los de su nacionalidad son iguales”.
¿Qué hace la diferencia? El primero categoriza a las personas como confiables o no confiables en función de comportamientos específicos y circunstanciales, y en base a ello, Juan pasará a formar parte de las personas no confiables de su red de relaciones. El segundo personaje, en cambio, observa la situación con los lentes de una categoría previa destinada a todas las personas de esa nacionalidad, la cual incluye el hecho de que dichas personas siempre se comportarán como se comportó Juan y nunca se puede esperar otra cosa en ellos. Las veces en que otras personas de esa nacionalidad hagan lo contrario a su creencia, catalogará a esas conductas simplemente como una excepción a la regla. Los prejuicios se alimentan de este mecanismo como parte de su génesis.
Los actos lingüísticos
En su libro Ontología del lenguaje, Rafael Echeverría escribe acerca de los “actos lingüísticos” y aporta una enorme claridad a la hora de entender cómo opera el lenguaje y sus consecuencias en la vida de las personas. Entre esos actos lingüísticos están las afirmaciones, las declaraciones y los juicios y al respecto dice lo siguiente:
Cuando hacemos afirmaciones hablamos del estado de nuestro mundo y, por lo tanto, estamos hablando de un mundo ya existente. Las afirmaciones tienen que ver con lo que llamamos normalmente el mundo de los “hechos”.
De forma resumida, una afirmación es una proposición respecto de aquello que se observa. Esto debe incluir el estar conscientes de que la “observación” no es un proceso neutro u objetivo, sino que la atribución de sentido o interpretación de un fenómeno observado siempre está sujeta a la historia personal del observador.
No sucede igual con las declaraciones, ya que ellas no se refieren al mundo de los hechos sino que tienen el poder de generar nuevas realidades. Mediante las declaraciones la palabra ya no sigue al mundo sino que genera nuevos mundos. Como dice Echeverría, cuando hacemos una declaración
… el mundo es transformado por el poder de la palabra.… A las declaraciones las encontramos en todas partes a lo largo de nuestra vida. Cuando el juez dice ‘¡Inocente!’; cuando el oficial dice ‘Los declaro marido y mujer’; cuando un maestro dice ‘Aprobado’”.
Una vez hecha una declaración la realidad ya no es la misma
Por su parte, los juicios son actos lingüísticos que pertenecen a la categoría de las declaraciones. Tomemos el caso de las calificaciones escolares. Ellas determinan la condición de aprobado o desaprobado. Un ‘aprobado’ conlleva un poder generativo respecto de la vida de los sujetos destinatarios de esa declaración.
Imaginemos que un niño o una niña de 12 años han tenido la oportunidad de aprender por fuera del sistema escolar todo lo que sabe un estudiante escolarizado de su misma edad, y quizás más. Sin embargo, en tanto la posesión de esos conocimientos no sea declarada oficialmente mediante algún tipo de certificado, para el sistema educativo sus conocimientos no tendrán validez. La identidad y las posibilidades para la vida futura de ese niño o esa niña serán bien diferentes antes o después de la acreditación legítima de sus saberes.
En palabras de Echeverría:
Los juicios son como veredictos. Con ellos creamos una realidad nueva, una realidad que sólo existe en el lenguaje y son un ejemplo de la capacidad generativa del lenguaje… Si decimos: “Esta reunión de capacitación es aburrida.” ¿Dónde habita lo aburrido? El juicio habita en la persona que lo formula. Si una comunidad ha otorgado autoridad a alguien para emitir un juicio, éste puede ser considerado como un juicio válido para esa comunidad. No es igual si lo dice un compañero de trabajo o lo dice un jefe. Lo que hace la diferencia es la autoridad conferida a la persona que hace la declaración.
Los juicios y los prejuicios generan realidad
Abordar aquí el tema de los actos lingüísticos tiene por objeto reforzar lo dicho más arriba respecto de la génesis del prejuicio y los estereotipos. El primero de los dos personajes que se quema con la llama de la vela, afirma que las velas encendidas poseen una llama que puede alumbrar y que esa misma llama también puede quemar. En cambio, el segundo personaje dice que las velas son objetos peligrosos y debería haber leyes que declararan prohibida su fabricación.
El proceso de etiquetado tiene en su génesis este mecanismo que no diferencia entre una descripción y una declaración. Una vez que hemos declarado que “las velas son peligrosas” o que “todos lo de su nacionalidad son iguales” se ha producido un proceso de atribución generalizada de significados que distorsiona, dificulta y restringe las posibilidades de una persona para actuar en el mundo y relacionarse con los demás. Ese momento posible del proceso desarrollo de un sujeto habrá de definir la vida que va a vivir y su identidad.
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Another distinction we could make between these two habits of judgement – I use habits instead of something stronger to imply that these can and do change over time. Through experience or trauma one may change from one of these ways of making judgements to the other in either direction. At a time like this of heightened insecurity and fear people tend to move in the direction of greater reaction and less nuance. This does lead to a vicious cycle that is hard to counter. But, people do change in the other direction as well if they find the courage to look past their fears and their sense of urgency.
One way of looking at these two habits of thought is to see that one sees the world in “Black & White,” with only binary choices and another in which one is not only open to gradations but also to paradox. I would suggest that the first tends to disconnect us from the world since we end up acting – actually only re-acting – on the basis of previous categories while the other can only be maintained if we are willing to do the work of finding the specifics of the present situation anew with each moment. One attempts to insist that one’s judgements are true because , “They must be true! I need this to be true!” And the other is open to the need to question, a need to keep our human fallibility always in mind, “I could be wrong…”
I make this comment in an effort to respond by bringing in an added nuance. I do realize that you may have already made this point and that my grasp of idiomatic Spanish has not been good enough to catch it! If I am just repeating something, I apologize….
Good to see you posting once again!
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Hi Tony!
Gracias por comentar! Es bueno sentir que no estoy “hablando con las paredes” 🙂 como se dice en mi idioma cuando nadie escucha o responde. Y mucho mejor cuando el comentario suma a lo ya dicho en el posteo, porque nada de lo que has dicho repite algo de lo que está escrito sino que suma perspectiva.
Me gusta el uso del término “hábito” de hacer juicios, porque se trata de un patrón encriptado en los modos habituales de la comunicación. Desde pequeños los niños y las niñas oyen esos modos de enfocar y componer la experiencia cada vez que los adultos hablan de ese modo. Entonces aprenden ese modelo mental más las creencias implícitas que trae con él y lo replican de manera automática, generación tras generación… y así estamos. Por eso el cambio cultural es tan resistente. Creo que es P. Bourdieu quien habla del “habitus” -o quizás M. Foucault, o ambos).
Y ahí aparece tu otro aporte, porque muchas veces son las experiencias significativas o traumáticas las que fuerzan el cambio y rompen la esa lógica de esos modelos mentales y las creencias que sostenían hasta ese momento. Aprecié cuando dices:
Y en la misma línea de tu comentario, este mundo en crisis pone a nuestros malos hábitos en el límite de su inoperancia. Algunas personas aprenden y otras se vuelven reactivas e incapaces de ver matices. Me gustó como lo dices:
Thanks a lot for your comments! 🙂
Lía
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