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Lía Goren – Awayo

LA SABIDURÍA DE LOS ECOSISTEMAS APLICADA A LA CONVIVENCIA HUMANA

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Categoría: Diversidad

Que la diversidad nos convoque

Que la diversidad nos convoque

No somos páginas en blanco

Si le pedís a distintas personas que escuchen una palabra como calabazas, vacaciones o amistad y luego les preguntás qué fue lo que evocaron con esas palabras, con seguridad, cada una de ellas te va a contar algo diferente. Puesto que han tenido vidas diferentes van a recuperar recuerdos y emociones también diferentes.

Pensá por un momento en lo que la frase “vacaciones divertidas” significa para vos.  Sin duda alguna, comenzarás a evocar las vivencias, las imágenes, los sonidos y los sentimientos que conformaron tu propia experiencia personal de lo que fueron vacaciones divertidas. Otra persona evocará experiencias diferentes y es probable que hasta le resulten divertidas cosas que para vos quizás no lo sean. ¿Quién tiene la razón? Ambos, cada uno dentro de su propia historia personal.

 

La palabra no es la experiencia que describe

Comprendemos a los demás en la medida en que compartimos una base común de experiencias y lenguaje compartidos. Habrás de coincidir o no con el criterio de belleza adjudicado por otras personas a una obra de Salvador Dalí o a la 6° Sinfonía de Beethoven en función de los criterios artísticos en los que has sido socializado.

¿Alguna vez te sucedió que un aroma o algún sabor te transportó, prácticamente de inmediato, hacia algún evento de tu pasado?  Nunca percibimos ni damos sentido a lo que nos sucede desde el vacío y no hay neutralidad en el proceso de comunicación, apreciación e interpretación de las circunstancias que vivimos. Si se tiene en cuenta que aun antes de nacer los bebés son receptivos y sensibles a una cantidad de estímulos y experiencias provenientes de la madre y de su entorno y que estamos dotados de una determinada herencia genética, se podría afirmar que desde el nacimiento ya poseemos un importante grado de diferenciación y que hemos dejado de ser páginas en blanco o “arcilla sin moldear”, como les gusta decir a muchos –especialmente en el ámbito de la educación y la orientación familiar–.

Existe una interacción y retroalimentación constante entre cada nueva experiencia y los modelos mentales que se han construido previamente en el proceso de comprender y operar con la realidad. Todo evento es integrado en el marco de lo que ya hemos aprendido y lo que hemos aprendido genera parecidos y diferencias en la manera en que ese evento es integrado. La compleja red de significados , sentimientos, valores y creencias compartidos son una condición necesaria para la supervivencia humana, ella resulta absolutamente indispensable para coordinar las acciones y las respuestas que el vivir demanda a cada paso. Reconocer las señales que indican cuando se avecina una tormenta es tan útil como conocer el lenguaje del lugar donde vivimos o estar entrenado en las convenciones sociales requeridas para ser aceptado o valorado por los demás. De esto se trata el proceso de socializarse en el hábitat natural y cultural en el que se vive.

 

Las etiquetas y la génesis del prejuicio

Como parte del proceso de vivir vamos clasificando, tipificando y poniendo etiquetas a nuestras experiencias. Cuando una persona se quema con la llama de una vela puede ponerle a su experiencia una etiqueta a su experiencia que dice: “la llama de una vela alumbra y también quema” y luego puede agregar otra etiqueta que dice: “ten cuidado cuando prendas una vela”.

Pero ante las mismas circunstancias, otro sujeto puede confeccionar una etiqueta que dice: “las velas son peligrosas” y luego podría agregar otra etiqueta que dice: “jamás prendas una vela”.

Dos maneras de componer una misma experiencia que determinarán de manera muy diferencial la vida futura de estos dos personajes.

En el mismo sentido, dos compañeros de trabajo pueden tener una mala experiencia con un tercero de determinada nacionalidad llamado Juan. Uno de ellos comenta: “Lo que hizo Juan hace que ahora desconfíe de él”, mientras que el otro comenta que “no esperaba otra cosa de Juan”, dado que “todos los de su nacionalidad son iguales”.

¿Qué hace la diferencia? El primero categoriza a las personas como confiables o no confiables en función de comportamientos específicos y circunstanciales, y en base a ello, Juan pasará a formar parte de las personas no confiables de su red de relaciones. El segundo personaje, en cambio, observa la situación con los lentes de una categoría previa destinada a todas las personas de esa nacionalidad, la cual incluye el hecho de que dichas personas siempre se comportarán como se comportó Juan y nunca se puede esperar otra cosa en ellos. Las veces en que otras personas de esa nacionalidad hagan lo contrario a su creencia, catalogará a esas conductas simplemente como una excepción a la regla. Los prejuicios se alimentan de este mecanismo como parte de su génesis.

 

Los actos lingüísticos

En su libro Ontología del lenguaje, Rafael Echeverría escribe acerca de los “actos lingüísticos” y aporta una enorme claridad a la hora de entender cómo opera el lenguaje y sus consecuencias en la vida de las personas. Entre esos actos lingüísticos están las afirmaciones, las declaraciones y los juicios y al respecto dice lo siguiente:

Cuando hacemos afirmaciones hablamos del estado de nuestro mundo y, por lo tanto, estamos hablando de un mundo ya existente. Las afirmaciones tienen que ver con lo que llamamos normalmente el mundo de los “hechos”.

De forma resumida, una afirmación es una proposición respecto de aquello que se observa. Esto debe incluir el estar conscientes de que la “observación” no es un proceso neutro u objetivo, sino que la atribución de sentido o interpretación de un fenómeno observado siempre está sujeta a la historia personal del observador.

No sucede igual con las declaraciones, ya que ellas no se refieren al mundo de los hechos sino que tienen el poder de generar nuevas realidades. Mediante las declaraciones la palabra ya no sigue al mundo sino que genera nuevos mundos. Como dice Echeverría, cuando hacemos una declaración

… el mundo es transformado por el poder de la palabra.… A las declaraciones las encontramos en todas partes a lo largo de nuestra vida. Cuando el juez dice ‘¡Inocente!’; cuando el oficial dice ‘Los declaro marido y mujer’; cuando un maestro dice ‘Aprobado’”.

 

Una vez hecha una declaración la realidad ya no es la misma

Por su parte, los juicios son actos lingüísticos que pertenecen a la categoría de las declaraciones. Tomemos el caso de las calificaciones escolares. Ellas determinan la condición de aprobado o desaprobado. Un ‘aprobado’ conlleva un poder generativo respecto de la vida de los sujetos destinatarios de esa declaración.

Imaginemos que un niño o una niña de 12 años han tenido la oportunidad de aprender por fuera del sistema escolar todo lo que sabe un estudiante escolarizado de su misma edad, y quizás más. Sin embargo, en tanto la posesión de esos conocimientos no sea declarada oficialmente mediante algún tipo de certificado, para el sistema educativo sus conocimientos no tendrán validez. La identidad y las posibilidades para la vida futura de ese niño o esa niña serán bien diferentes antes o después de la acreditación legítima de sus saberes.

En palabras de Echeverría:

Los juicios son como veredictos. Con ellos creamos una realidad nueva, una realidad que sólo existe en el lenguaje y son un ejemplo de la capacidad generativa del lenguaje… Si decimos: “Esta reunión de capacitación es aburrida.” ¿Dónde habita lo aburrido? El juicio habita en la persona que lo formula. Si una comunidad ha otorgado autoridad a alguien para emitir un juicio, éste puede ser considerado como un juicio válido para esa comunidad. No es igual si lo dice un compañero de trabajo o lo dice un jefe. Lo que hace la diferencia es la autoridad conferida a la persona que hace la declaración.

 

Los juicios y los prejuicios generan realidad

Abordar aquí el tema de los actos lingüísticos tiene por objeto reforzar lo dicho más arriba respecto de la génesis del prejuicio y los estereotipos. El primero de los dos personajes que se quema con la llama de la vela, afirma que las velas encendidas poseen una llama que puede alumbrar y que esa misma llama también puede quemar. En cambio, el segundo personaje dice que las velas son objetos peligrosos y debería haber leyes que declararan prohibida su fabricación.

El proceso de etiquetado tiene en su génesis este mecanismo que no diferencia entre una descripción  y una declaración. Una vez que hemos declarado que “las velas son peligrosas” o que “todos lo de su nacionalidad son iguales” se ha producido un proceso de atribución generalizada de significados que distorsiona, dificulta y restringe las posibilidades de una persona para actuar en el mundo y relacionarse con los demás. Ese momento posible del proceso desarrollo de un sujeto habrá de definir la vida que va a vivir y su identidad.

 

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Autor Lia GorenPublicado el septiembre 17, 2019noviembre 16, 2019Categorías Aprendizaje Social y Emocional,Conversaciones,Convivir,Diálogo,Diversidad,Educación,FamiliaEtiquetas convivencialidad,Convivir,Diálogo,Diversidad,Etiquetamiento,Labeling,Noviolencia,Ontología del lenguaje,prejuicio,Rafael Echeverría2 comentarios en Que la diversidad nos convoque

La violencia es una enfermedad de la convivencia

Portal de entrada al Castillo de Praga
Portal de entrada al Castillo de Praga

En el mes de abril del año 2012 escribí uno de los primeros posts en mi blog motivada por una tristísima noticia:  Como consecuencia del acoso de sus compañeros de escuela un niño de 12 años se había suicidado.

 Se suicidó un alumno de 12 años por acoso escolar.

En abril de 2013, en un portal de temas de psicología, leí un artículo de Fernando Ulloa titulado Desamparo y Creación . El autor relata lo siguiente:

… cuando llego a Praga y a ese maravilloso Castillo de Praga que tanto nos ensoñó Kafka y que está reciclado en exquisitas acciones culturales, musicales, veo que en la entrada del complejo hay dos pilares y debajo de cada pilar están los soldados, los guardias, arriba están lo que se llama: “Los dos gigantes en pugna”, son dos gigantes en lucha, para ver quién mata más víctimas. Uno apuñalando viejos, otro rompiendo cráneos de chicos, esto está en las puertas de esta exquisita muestra de civilización y es una alegoría; la crueldad siempre esta ahí, uno convive con esto.

En Abril de 2014 y a raíz de la noticia de una nueva muerte de una estudiante,  decidí reeditar ese post en esta nueva versión que estás leyendo.

Murió Naira Cofreces, la adolescente que había sido golpeada por sus compañeras a la salida del colegio en Junín. “Los chicos decían que fue porque se hacían las lindas”.

Quienes me conocen saben de mi oposición a la tendencia generalizada de poner el eje de la reflexión en la cuestión de la violencia.  La violencia es una enfermedad de la convivencia. Cuando esto no se comprende florece por doquier un tratamiento simplista y desconectado del contexto relacional del cual las conductas violentas emergen. Toda forma de violencia y toda forma de no-violencia dependen del modo como las personas de una sociedad dada conciben las relaciones entre sus conciudadanos. Toda convivencia depende de cómo se conciben las relaciones de poder y lo que de ello resulta.

Ante la diferencia

El maltrato padecido por los dos estudiantes muertos radicaba en sus diferencias. Uno “era gordito” la otra “se hacía la linda”. ¿Cómo es que estas diferencias determinan estos trágicos desenlaces?

Cuando en una comunidad la diferencia es concebida como problemática también se justifica ideológicamente la normalización del vivir. El resultado de esto será la ideación de mecanismos para controlarla, corregirla o suprimirla y, como consecuencia, la exclusión, el individualismo y la intolerancia serán algunos de sus efectos dramáticos en las vida de los estudiantes.

En cambio, si la diferencia es considerada como parte inherente a la vida y como ventaja, los resultados, en términos de la convivencia posible, serán muy diferentes: la inclusión, la colaboración, el diálogo y la solidaridad serán lo cotidiano.

Para darle un sentido transformador a mi dolor invito a reflexionar sobre estas preguntas:

–  ¿Cómo es que se ha deformado tanto la idea de lo qué significa vivir y convivir?

–  ¿De dónde tanta necesidad de abuso de poder, crueldad y desprecio sobre el otro diferente?

–  ¿Cuándo y cómo aprenden los niños y las niñas a estigmatizar y a juzgar a los demás por su tamaño o por su nacionalidad o por lo que sea? ¿Qué ha sido del mandamiento fundacional del amor al prójimo?

–  ¿Cómo es que cada vez a más temprana edad los chicos y las chicas han aprendido a gozar perversamente a partir de un sufrimiento provocado intencionalmente a otro ser humano?

–  ¿Cómo es que estos niños y niñas, jóvenes y no tan jóvenes llegan a justificar sin restricción moral alguna tremenda violencia contra otros seres humanos y cómo  llegan a despreciar de tal modo el valor de la vida y el respeto por la integridad física y emocional del prójimo?

Aunque la matriz del mundo en que los niños y las niñas conviven y se desarrollan está presente en el hogar y en la escuela (los dos ámbitos relevantes de sus vidas) pondré el eje en la escuela, pues es el punto común de las dos noticias que motivaron este texto.

Jerarquía y meritocracia

La institución escolar, en la gran mayoría de los casos,  está configurada como un sistema jerárquico y meritocrático, donde lo que finalmente importa y lo que queda registrado es el desempeño individual, la comparación y la competencia. Este modo de ser de las escuelas, de modo velado, termina siendo una más de las fuentes de clasificación social y de la producción del estigma, la etiqueta de la que tanto se valen quienes discriminan para justificar su crueldad.

Así las cosas, por un lado  están aquellos educadores que no han podido percatarse de cómo esta dinámica de la escuela alimenta una mirada social basada en la diferencia y de cómo esta diferencia es, además, concebida como problemática.

Por otro lado, están los educadores que son conscientes de esta situación y que encuentran muy difícil contrapesar y confrontar una cultura de discriminación y maltrato sistémicamente institucionalizada, la que también entra en la escuela de la mano de los estudiantes y sus familias. Porque los chicos no vienen de Marte. Algunos aspectos de la burocracia escolar habitual dejan a estos educadores en la incómoda posición de sostener un discurso en el que creen, pero que se contradice con algunas de las prácticas habituales de la educación. Por ejemplo, el hecho de que a todo estudiante que no haya alcanzado el nivel estandarizado en la normativa escolar quedará excluido y portando, de manera simbólica, el antiguo bonete de “burro” de tantas caricaturas escolares.

Las vida en las escuelas tiene que cambiar 

Dicho esto, me importa mucho aclarar que de ninguna manera intento encontrar culpables en el modo de ser y hacer escuela, pero definitivamente debe cambiar. La vida en las escuelas se desenvuelve en múltiples planos y todos ellos están sujetos a nuestra reflexión. Uno de esos planos es el de el sufrimiento y la violencia que se despliegan a diario en todos sus rincones.

Espero que mi mirada y las preguntas que planteé inviten a ver la complejidad y la importancia del escenario relacional que enmarca la violencia y que despierten la conciencia acerca de unos modos cotidianos de convivir que nos parecen neutros y sin embargo no lo son. Las horribles consecuencias están demasiado a la vista de todos y nos duelen.

 

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Autor Lia GorenPublicado el octubre 23, 2014julio 23, 2020Categorías Aprendizaje Social y Emocional,Conversaciones,Convivir,Diálogo,Diversidad,Educación,Inteligencia EmocionalEtiquetas Abuso,Bulling,Castillo de Praga,Ciudadanía,Comunidad,Conversaciones,convivencialidad,Crueldad,Educación,Fernando Ulloa,la solidaridad,temas de psicología,Violencia1 comentario en La violencia es una enfermedad de la convivencia

EcoMind

Necesitamos cambiar cómo pensamos acerca de lo que hacemos.

Necesitamos llevar el concepto de sustentabilidad al terreno de nuestro medio ambiente cultural, el cual se expresa en la forma en que los seres humanos convivimos.

​Si realmente queremos sobrevivir como especie (en términos biológicos) y como sociedades (en términos culturales) tenemos que aprender a pensar como piensan los ecosistemas para poder convivir como conviven los ecosistemas.

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Cuestiones de Género

Cuando me refiero al hijo o al niño (u otras denominaciones equivalentes) sin incluir también a la hija o la niña (u otras denominaciones equivalentes) esto habrá sido solamente por razones literarias.
En algunos textos resulta abrumador aclararlo cada vez que corresponde y sepan que siempre estaré refiriéndome a todos, a las niñas, a los niños, a los jóvenes y a los adultos y adultas de todos los géneros y edades.

Acerca de los comentarios

Este es mi blog personal, no es un espacio público. Los comentarios y la diversidad de puntos de vista son bienvenidos. Sin embargo, serán eliminados aquellos comentarios que caigan en el ataque personal, el lenguaje inapropiado, la conducta ofensiva o el exceso de autopromoción.

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