La estrategia de la madeja de lana en la familia

Mujer con el agua hasta el cuello

Cuando cambias las forma de ver las cosas, las cosas que ves cambian.

Max Plank

Hace muchos años llamé a una psicóloga conocida porque quería recomendarla para atender a una persona de mi conocimiento. Cuando hablamos, me hizo unas pocas preguntas sobre la necesidad del consultante y sin dudarlo me dijo: “yo no inicio un tratamiento con nadie en medio de una crisis.” Me sentí confundida y un tanto molesta ¿El destino destino de esa persona era hundirse sin remedio? Entonces me surgió esta pregunta: ¿podemos darnos cuenta del momento adecuado para ocuparnos de los problemas a tiempo?

Con esa pregunta en mente, con mucha metáfora y algo de mi baúl de experiencia a la mano, fui configurando esta nueva entrada en el blog que espero disfrutes.

Con el agua al cuello

Desde mi compromiso con la salud, sigo pensando que alguien tiene que hacerse cargo de la ayuda y, en lo que de mí depende, lo intento. Al mismo tiempo y desde la experiencia de varios años de trabajo, entiendo mejor su punto de vista. Porque en medio de una crisis no se puede pensar bien y el trabajo del profesional se hace casi imposible. Y pasaré a iluminar un poco mejor este punto.

Hace muchos años vino a consultarme una mujer que trabajaba de guardavidas. Ella me contó que, a causa de la desesperación, es muy común que la persona que se está ahogando trate de agarrarse del guardavidas de tal modo que es capaz de ahogarlo e impedir su propia salvación. Por este motivo, los guardavidas son entrenados hasta para aturdir con un golpe al que se ahoga. Para poder sacarlo del agua y salvarlo necesitan interrumpir el absoluto estado de irracionalidad que provoca el miedo a morir ahogado.

Algo así sucede cuando se trata de las relaciones familiares. Es muy común que las personas consulten recién cuando el agua les llega al cuello y están todos a punto de ahogarse. En esas circunstancias, la intensidad de las preocupaciones no ayuda para nada. Abordan las cosas al modo de manotazos de ahogados y eso no permite avanzar hacia la mejora, ni la familia ni el profesional que ha sido invitado a colaborar.

Lo urgente es enemigo de lo posible

Las personas tienden a creer que el problema es la crisis. No es así, la crisis es la consecuencia de una sumatoria entrelazada de problemas y de lo que no se ha hecho hasta ese momento. Tarde o temprano, algo habrá que hacer para aprender de lo que está pasando. Caso contrario, no hay remedio.

Los problemas familiares conviven en madeja y enredados. Existe la fantasía generalizada acerca de que pueden arreglarse de un día para el otro. No es así. Cualquiera que tenga amigos con familia podrá constatarlo.

La gran dificultad que hay que atravesar para poder trabajar con familias en crisis es la combinación de la urgencia (el factor tiempo) con expectativas casi siempre irreales. El combo urgencia + expectativas irreales hace que los padres y las madres se frustren muy rápido cada vez que se dan cuenta de que no existen soluciones mágicas. Comienzan a saltar de un profesional a otro y sólo consiguen atrasar o empeorar la situación.

Aun más, el aprendizaje significativo comienza recién después de la crisis, no durante. El trabajo realmente creativo, la posibilidad de ver con otros ojos y apuntalar el cambio sucede cuando se ha salido de la sensación fuerte de preocupación y de urgencia. Es fundamental estar dispuestos a distinguir entre lo urgente y lo necesario. Hay que salir de la coyuntura y apuntar al proyecto de vida.

La estrategia de la madeja de lana

Cuando “las papas queman” en la familia, mi recomendación y estrategia de trabajo es la misma que se usa para desenredar una madeja de lana que se ha enredado.

¿Alguna vez trataste de desenredar rápido algo que estaba muy enredado? Si es así, te habrás dado cuenta de que tirar con fuerza de cualquier lugar sólo empeoraba las cosas. Provistos de tiempo y paciencia, hay que ir tirando un poquito de cada lado para comenzar a ver por dónde pasa cada hebra, evaluar las relaciones y darle sentido a cada movimiento. Por un rato se tiene la sensación de tarea imposible, pero de pronto todo se aclara y el proceso comienza a desenvolverse con facilidad. Uno comienza a notar que cada movimiento se vuelve eficiente y que todo fluye cada vez más rápido, sin tironear y sin que haga falta cortar las hebras. Porque en familia, eso de cortar por lo sano no sirve.

Evita que el agua te llegue al cuello

Dicho de otro modo, evita que la madeja de lana se te enrede demasiado. En caso de que sientas que hay cosas que quisieras mejorar en tu familia y no quieres “que el agua le llegue al cuello” te recomiendo lo siguiente:

–  Pon atención en esos (todavía) pequeños problemas cotidianos de convivencia que se repiten demasiado a menudo. Piensa en esas situaciones de “baja frecuencia” ante las cuales descubres que no tienes respuesta y que, además, suelen llevarte a lugares o modos de actuar que hubieras preferido no transitar.

–  Una vez que las has detectado, ocúpate a tiempo, no postergues. Tener problemas no es el problema. Sería maravilloso si no tuviéramos problemas, pero la vida perfecta es sólo una ilusión y los problemas son parte inevitable del vivir. El peor de los problemas es no poder reconocerlos y dejar que las situaciones escalen a crisis inmanejables y provoquen sufrimiento y peleas.

–  Busca ayuda y ten la disposición de aprender. No estás fallado o fallada, simplemente aprendiste otras cosas y esto que te pasa ahora te invita a explorar otras alternativas, a ampliar tu percepción y a ver desde nuevos puntos de vista.

–  Eres el adulto responsable y tienes los mejores recursos para abordar lo que está pasando. Eres quien tiene la autonomía económica y el potencial intelectual y emocional para reflexionar y aprender. Si en tu hogar aconteciera un problema de finanzas, no esperarías que sean tus hijos quienes se ocupen de arreglar las cosas. Según sea el caso, te sentarías solo o con tu pareja, evaluarían y planearían cursos de acción posibles y, quizás después, incluirían a sus hijos para que sepan lo que pasa y colaboren en lo que de ellos depende. En mi experiencia, cuando son los adultos los que asumen el problema, el cambio ocurre, es duradero y todos salen más crecidos de la experiencia.

No pretendas arreglar todo de una vez. Recuerda la metáfora de la madeja enredada. Como los problemas de convivencia están todos interconectados, cuando comiences a trabajar sobre una cosa, enseguida aparecerán otras más asociadas a ese problema y no se puede pensar todo a la vez. Se necesita tiempo y paciencia.

Venía con un problema y me iba con 10

Para finalizar, les comparto un recuerdo que resume con claridad gran parte de lo dicho en este posteo. Hace muchos años, Rosana, una mujer y mamá que venía asistiendo hacía bastantes meses a mi espacio grupal de crianza nos dijo:

Al principio, venía con un problema y me iba con diez y eso me provocaba cierta frustración. Sin embargo, con el tiempo aprendí a ver cómo todas esas cosas estaban conectadas. Ahora ya puedo detectar más rápidamente por dónde está pasando el problema, pienso mejor y me veo mucho más eficaz al abordarlo.

Estás bienvenido a contribuir con tus comentarios.

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Autor: Lia Goren

Interesada en el enfoque de las relaciones humanas desde la perspectiva de redes y la complejidad, el pensamiento sistémico, la ecoalfabetización y la biología cultural. Terapeuta y consultor familiar y educativo abocada a la temática de la convivencialidad y la sostenibilidad. Capacita en el Enfoque EcoMind, una síntesis de su trayectoria y las ideas y prácticas que favorecen la vida en comunidad.

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