Esta entrada es una colaboración de María Inés Pozzato, a quien agradezco su dedicado e interesante testimonio.
Para ser un oyente activo, debemos intentar ir más allá de las palabras y formar una imagen rica de las emociones e intenciones de la otra persona. — Shane Parrish
Hace tres años sabía muy poco acerca de la escucha empática. Hasta que conocí a Lía Goren y su espacio de aprendizaje, Awayo. Fue una bisagra en mi vida, aprendí muchas cosas que mejoraron significativamente mi calidad de vida, y lo sigo haciendo actualmente. Una de ellas es la que se refiere a la escucha empática.
La escucha empática es aquella donde no hay lugar ni para el juicio ni para la crítica. Es la que da la oportunidad de hablar de los sentimientos y de enfrentarse a ellos.
Para que se entienda mejor voy a contar algo que me ocurrió hace poco con Santiago, mi sobrino de cuatro años, en mi casa.
Aprender a sintonizar la emoción
Él ya estaba en la cama, a punto de dormirse, pero antes quiso que le contara una historia sobre Mafalda y sus amigos. A Santi le gusta mucho esta historieta y me pidió que miráramos juntos alguna de las tiras. Y resultó que justo abrí la revista en una donde la maestra escribe en el pizarrón: “Mi mamá me ama, mi mamá me mima”. Mafalda se levanta de su banco y se dirige hacia dónde está la maestra, le da la mano, la felicita por la mamá que tiene y luego le pide que les enseñe cosas interesantes.
Le describí a mi sobrino lo que estaba ocurriendo, y apenas terminé de hablar me preguntó si la maestra le había puesto una nota a Mafalda.
Enseguida sintonicé con su necesidad de desahogarse. Y me acordé de algo que pasó unos días antes en su casa, sentados en el piso de su cuarto. Santi tenía una pizarra sobre su falda y, mientras la garabateaba, repetía con risa nerviosa: “¡Le estoy poniendo una nota!”. ¿A quién?, le pregunté. No recuerdo a quién nombró, pero lo que sí recuerdo fue su aclaración: “porque se porta mal”.
Volviendo al momento de la noche en mi casa, le respondí que sí, que la maestra le había puesto una nota a Mafalda. Me preguntó por qué y le respondí que a la maestra no le había gustado que Mafalda se quejara de que ella no le estaba enseñando cosas interesantes.
Cuando terminé de responderle lo miré y observé varias cosas: que por un momento Santi sentía el alivio de que eso no le pasaba solo a él si no también a Mafalda, un personaje significativo y querible para él. Y noté también que, a su vez, este alivio le daba la confianza para tomar acción: pedirme fervientemente que le escribiera a Silvia una nota, con un mensaje claro y firme: que no ponga más notas, y que no vaya más al jardín. Le propuse dejarlo para el día siguiente, porque ya era muy tarde, pero él insistió y yo accedí.
Santiago y yo
Santiago es un niño muy sensible, y mientras hablaba, por momentos se le quebraba la voz. No quería que se fuera a dormir angustiado. Entonces busqué un lápiz y un papel. Santi suele ser bastante hermético, no le resulta fácil hablar de lo que le pasa. Repasando ese momento, entiendo que todo lo que me dijo a continuación solo pudo expresarlo gracias al interés que yo puse en escucharlo, porque respeté su ritmo para hablar, pero por sobre todas las cosas, porque me puse en su lugar. Me pareció tan enriquecedor el diálogo que decidí transcribir un fragmento:
Yo: Bueno, dale, ¿qué escribo?
Santi: No más notas porque si no te voy a poner una nota, porque te portás tan feo, con una carita fea…No tiene que andar poniendo notas…Las notas son aburridas….
Yo: ah… si, son aburridas las notas… ¿Y pone muchas notas?
Santi: Si…y poné que no vuelva al jardín, que nunca más pueda volver y poner más notas…
Yo: Y por qué te parece que Silvia pone tantas notas?
Santi: (piensa) …
Yo: ¿Puede ser que Silvia esté triste? Mi hermana me había comentado que Silvia tenía muy buena reputación en la escuela, pero que este año tenía varios problemas personales, y que estaba muy cansada.
Santi: no, no está triste, está enojada!
Yo: ¿Sabés que a veces la gente se enoja cuando está triste?
Santi (piensa): ahh….
Después Santi me dictó unas cuantas cosas más sobre su maestra, yo guardé la nota para dársela a mi hermana y nos dormimos.
Al día siguiente, cuando Santi se tenía que vestir para bajar a desayunar empezó a dar vueltas, como suele hacer. Entonces yo le dije que por favor se terminara de vestir para poder desayunar tranquilos, antes de que su mamá viniera a buscarlo. Pero Santi se hacía el distraído y jugaba en lugar de vestirse. Entonces aproveché y le dije que a lo mejor Silvia, su maestra, se enojaba porque él no la escuchaba cuando ella le hablaba. Y agregué que a mí tampoco me gustaba que no me escuchara cuando le hablaba. No dijo nada, pero se vistió y cuando bajamos a desayunar parecía haberse olvidado del tema. Estaba tranquilo, contento, como suele estar cuando se queda en casa.
El valor de la escucha empática
Esta pequeña anécdota me hace reflexionar sobre el valor de la escucha empática.
– Por un lado, crea vínculos confiables. Santi pudo hablar de algo que lo angustiaba mucho porque sintió la confianza que genera escuchar con interés y sin juzgar, con el propósito de brindar la oportunidad de expresar los sentimientos, simplemente acompañando.
– Y a su vez, este vínculo confiable genera respeto y autoridad.
– El haber escuchado a Santi, haciéndole saber que lo entendía y que compartía su malestar por las notas, le permitió estar abierto y aceptar otros puntos de vista, el mío y el de la maestra, con respecto a las veces en que él no tiene en cuenta al otro, no lo escucha, no le presta atención.
Independientemente de los motivos que Santiago tenga para actuar de esta manera, me parece clave no mezclar, aprender a separar estos dos eventos.
– En el momento en que Santi está angustiado, dejo que se desahogue, lo escucho, lo acompaño, no juzgo, no doy consejos, valido sus sentimientos. Y cuando es el momento oportuno, hago valer mi derecho de decirle lo que a mí no me gusta de una situación, mi derecho a decirle cómo me siento con algo que hace y a pedirle que deje de hacerlo. En otras palabras, le estoy enseñando a expresar sus sentimientos y su parecer con mi propio ejemplo.
Gracias otra vez, María Inés Pozzato, por tu enriquecedora colaboración a este blog.
Si te pareció de interés agradezco que compartas. Tus comentarios son bienvenidos.
Entradas relacionadas
Saber escuchar es bueno y es gratis
Soy porque el otro existe